“… No dejaré de quererte jamás… eres todo para mí… solo importas tu… vuelve que la vida se me va… pueden pasar tres mil años pero nunca te olvidaré…devuélveme mis ganas de vivir la vida… lo dejaría todo porque te quedaras…”

 

Podría citar millones y millones de versos de esas canciones que hemos escuchado desde chicos, en las que sus autores nos han repetido hasta convencernos que un dolor por un desamor es irreversible… que un abandono es una muerte en vida…que nada, excepto el regreso de quien nos dejó, podrá sacarnos de esta angustia eterna.

 

A esos diabólicos versos debemos sumarle también los guiones de tantas y tantas películas, que nos pintar irreales reconciliaciones.

 

Y ni hablar de tanta tarjeta pedorra, de tanto espamento con el “día de los enamorados”, de tanto oso de peluche con un corazón que dice “sos todo”, de tanto chocolate con cartita en la “semana de la dulzura”.

 

El marketing de amor nos pinta un mundo ideal…tan ideal como irreal en innumerables. Y cuando esa irrealidad se nos viene encima y quedamos entre los escombros del castillo derrumbado, no tenemos consuelo…y peor aun: nos lavaron la cabeza convenciéndonos de que el desconsuelo será eterno.

 

Pareciera que el mundo conspira contra quienes tienen el corazón roto, como para que no puedan salir nunca de ese momento fatídico… y que cada vez que tomen uno de los caminos aprendidos en el “mercado del amor” se internen más en el laberinto de la confusión y la depresión.

 

Que una persona que se cagó en vos y te dejó es inolvidable es tan cierto como que el que puso pesos recibirá pesos y el que puso dólares recibirá dólares.

Tan cierto como que el millonario de mujer bonita se podía enamorar de una petera callejera con peluca.

 

Al parecer esa tristeza que se siente ante el desamor, vende. Y son más marketineras la tristeza, el desesperación y la angustia, que los mensajes de esperanza.

 

Pero bueno, si estamos aquí es para pelearle a tristeza. Para no dejarnos llevar por los millones de versos que nos incentivan a sumergirnos en el bajón.

 

Entre tantos mensajes negativos, hay unos pocos positivos. Solo hay que saber encontrarlos y escucharlos, prestarles atención, repetirlos para nosotros mismos.

 

Podemos decirle “no” a tanto cantante llorón que nos quiere convencer de cosas que no son ciertas. Podemos reprogramar nuestras cabezas y darle para adelante.

VAMOOO NENEEEE!!!

 

 

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