El cerebro ha ido evolucionando a través del tiempo.

Hace millones de años donde la tierra estaba habitada por reptiles, el cerebro era simplemente el tronco que rodeaba la parte superior de la médula espinal.
Y sí…en algo tenía que terminar la médula espinal….y terminaba en eso: En un tronco que regulaba las funciones básicas vitales del organismo como por ejemplo la respiración y el funcionamiento de los organos.
De pensar…todavía nada.

A partir de este cerebro primitivo, con la aparición del “lóbulo olfativo” se comenzaron a desarrollar  los “centros emocionales”.
Por medio de el lóbulo olfativo, el bicho en cuestión podía percibir los olores y asegurar mejor su supervivencia, dado que tenía la posibilidad de detectar un depredador, una alimento, una conchosauria para garcharse o un porongosaurio que se la entube.

El centro olfativo en sus primeras etapas estaba compuesto de dos capas de neuronas para analizar un olor. Una primera etapa lo clasificaba como “comestible, toxico, clavable o enemigo” (A veces estas dos ultimas podían confundirse… confusión que en algunos casos perdura hasta nuestros días) y una segunda capa que enviaba mensajes al sistema nervioso indicándole como debía reaccionar ante el olor percibido: “Morder, salir rajando, cepillar…”

Con la aparición de los primeros mamíferos el cerebro emocional, hasta ese entonces formado por el lóbulo olfativo, se fue extendiendo formando lo que se denominó “sistema límbico”, responsable principal de nuestras emociones y de la vida afectiva.
De pensar…todavía nada.

Hace unos añitos (unos cien millones) el cerebro de los mamíferos comenzó a desarrollar otras capas de células cerebrales que llamadas “Neocorteza”, que daba comienzo al razonamiento y al intelecto.

En la Neocorteza se ubica “el pensamiento” y es allí donde se comprende y analiza lo que es percibido por las emociones.
Por medio de la neocorteza el hombre piensa, razona, crea estrategias y toma decisiones.

Pero tenemos que tener en cuenta que el sistema límbico o centro de las emociones existe desde mucho antes que el centro del pensamieno y el razonamiento. Y aún hoy ante problemas, emergencias o dolores emocionales es el sistema límbico (el que no piensa sino que solo siente) el que domina nuestro cerebro.

De ahí las pelotudeces que hacemos ante situaciones emocionales fuertes. Pelotudeces que cuando luego (cuando la emoción cede) son recordadas y analizadas con nuestro cerebro pensante o neocorteza, nos queremos cortar las pelotas.

Y si esas pelotudeces vemos que las hace otra persona, decimos “Naaaaa!!! No puede ser tan boluuuu!!!”

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