En una rara tribu de África sus integrantes tienen una costumbre que se va pasando de generación en generación. Cuando nace un niño, las mujeres de la tribu lo llevan a un lugar tranquilo y apartado en el campo y realizan un ritual que consiste en empezar a hacer diferentes sonidos improvisados, inconsistentes al comienzo, que luego se van acoplando y adaptando unos con otros…y así se va formando una especie de “tarareo” que luego va tomando la forma de una canción.

Cuando esa “canción empieza a nacer, va tomando fuerza.

Cuando la melodía se hace identificable y clara se canta con más y más entusiasmo y se la ofrece a ese niño como un regalo que formará parte de “su identidad” y lo acompañará durante toda su existencia.

 

Esa canción se la cantarán nuevamente en los momentos importantes de su vida, cuando celebre algún gran logro, cuando se case, cuando tenga un hijo.

 

Pero cuando alguna vez de desvíe, si alguna vez obra de mala fe, si roba, si maltrata a alguien o “si permite que lo maltraten” , también lo llevarán al campo y le cantarán su canción, para que de esta forma recuerde “quien es”, para que vuelva a tener presente “cual es su esencia”.

 

Que a nosotros no nos hayan hecho nuestra canción no significa que no la tengamos.

 

Todos la tenemos…lo único que necesitamos es la tranquilidad, la serenidad y sobre todo “la decisión” de escucharla.

Vos sos único y tremendamente valioso. Nunca te olvides de eso y jamás permitas que alguien te haga creer otra cosa. Y eso la incluye a “ella”…ok?

 

Es absolutamente natural que los vaivenes de la vida te lleven por lugares difíciles, que muchas situaciones te pongan a prueba, que ante ciertas angustias busques el camino más rápido para una pronta solución.

Lo que nunca podés permitir es que nada ni nadie te desvíe de vos mismo.

 

Cuando sientas extrañeza de tus acciones, mirá para adentro…

 

Buscate. 

 

Cantá con ganas tu canción.

 

Gritala si es necesario…y sentite orgulloso de ella.

 

 

VAMOOO NENEEE!!!

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