Últimamente escuché muchos casos de hombres que pasan “años” pendientes de una mujer que los rechaza.

“Yo sé que ella me quiere” repiten…pero los hechos indican claramente otra cosa.

Y así pasan un año, dos…y ella se pone de novia con uno y con otro…tres años…cuatro años…y ella se pone de novia “en serio”…cinco años….seis…y un día se casa…y la historia no termina ahí, porque a pesar de eso siguen y siguen pendientes. 

Y ella, sin un gramo de piedad o de culpa, no hace absolutamente nada para darle un poco de alivio a ese pobre tipo.  Al contrario, sigue llamándolo, enviándole mails o mensajes periódicamente…no vaya a ser cosa de perder esa “propiedad” que por derecho le pertenece.

Y esos hombres van dejando pasar su adolescencia, su juventud, su vida…a la espera de que “en algún momento” algo cambie y ella por fin se entregue a sus brazos.
En la inmensa mayoría de los casos eso jamás sucede. Una ex que te dejó hace cinco años y a la que, motivado por las esperanzas que ella misma te da, le vienes insistiendo con volver sin pausa durante todo es tiempo, es extremadamente improbable que cambie de opinión al sexto año.

Esos hombres andan por la vida como un caballo con anteojeras que ve a lo lejos en el camino la falsa imagen de agua que provoca el sol contra el asfalto.  No ven la vida hacia los costados, no se dan cuenta que al lado de ellos tal vez corre un río de agua limpia. Solo les interesa alcanzar el agua que ven adelante…agua a la que nunca llegan.

Todos alguna vez nos hemos lastimado un dedo, un brazo o una pierna. ¿Quién en algún momento de su infancia no se cayó de la bicicleta y se hizo un lindo raspón que sangraba?
La primera vez que eso nos sucedió seguramente nos asustamos mucho. Pero como la vida da permanentes lecciones, la segunda vez sabíamos que la sangre pararía de salir y que la herida cicatrizaría. Ni hablar de la tercera o la cuarta.

Para que esa primera herida cierre bien hubo que lavarla, desinfectarla, tal vez vendarla. Nos ardió el primer contacto con el alcohol…la puta!!! Pero luego fue pasando.

Ahora bien, ¿Qué habría sucedido si en lugar de dejarla cicatrizar la hubiésemos escarbado con un cuchillo?
¿Y que habría pasado si no hubiésemos dejado de hacerlo cada cinco minutos durante mucho tiempo?
La respuesta no es muy difícil: No habría cicatrizado. Seguiría sangrando durante todo ese tiempo.

Lo mismo sucede con los corazones de esos hombres dependientes que no se resignan a que los hechos son más claros y verdaderos que las palabras.
Esos hombres que lastimándose día a día con el filo del cuchillo ponen el eje de su vida en otra personas. Y por ende todo gira en torno a esa otra persona. Sin esa persona, portadora de su eje, no son nada, se derrumban, no existen.

Y esa otra persona tiene su propia vida. Esa otra persona tiene su propio eje, dentro del cual y sin ser ni siquiera algo importante también gira él, con el rótulo de “idiota enamorado de mí que me levanta el ego”.

Esos hombres dependientes por años y años tal vez de una mujer egoísta y con un alto grado de perversidad como para seguir ilusionándolos, ni siquiera se atreven a pedir ayuda. Porque saben que la verdadera ayuda los empujaría a ser ellos mismos, a cortar el cordón, a dejarla a ella en el pasado. O mejor dicho dejarla en el presente pero con la vida que eligió: al lado de su nuevo novio, su marido, sus hijos. Y no son capaces de eso. No tiene la fuerza. Ni siquiera saben que hacer eso es posible.

Sí alguno de los que están leyendo estás líneas está en este situación, déjenme decirles que SI ES POSIBLE. 
Ninguno de ustedes comparte con ella algún órgano que los vuelve indivisibles.
Ninguno de ustedes nació predestinado a estar a su lado.
Ninguno de ustedes carece de la capacidad de volver a sentir eso mismo, pero por alguien que les corresponda el sentimiento.

Los años pasan…la vida pasa…no la dejemos pasar sin pena ni gloria esperando un milagro. Porque la vida está llena de milagros. Solo hay que querer verlos.

FUERZA!!!!

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