Un velero es una embarcación que avanza gracias a la acción del viento.

Y por supuesto el viento es una fuerza externa que no se puede cambiar a voluntad.
De ahí que el velero para dirigirse a su objetivo, necesita de la destreza de la tripulación para aprovechar la fuerza eólica y también de un timonel que le de dirección a la nave.

Sin timón el barco iría a la deriva, hacia el lado opuesto del destino, hacia una ola gigante que lo vuelque, hacia unas rocas que lo destrocen o hacia una tormenta que lo hunda.

El viento puede ser muy desfavorable, pero si el timonel sabe donde quiere ir y toma el timón con fuerza y decisión, la nave superará las condiciones adversas.

En muchos momentos de la vida el viento nos es adverso. Tormentas inesperadas aparecen cambiando todos nuestros planes e intentando hacernos desaparecer en un océano de desesperación y angustia.

Y en muchos de esos momentos lo único que hacemos es rogar que cambie el viento. Gritar al aire diciendo “POR FAVOR VIENTO!!! CAMBIÁ!!…VOLVÉ A SER EL QUE ERAS!!!”.
Y el viento, por supuesto, seguirá soplando de la manera que se le cante el orto.

Y ahí tal vez vengan los análisis:
“Pero…si hoy a la mañana el viento estaba calmo…”
“Pero…si el servicio meteorológico anunciaba vientos moderados del oeste…”

Y mientras perdemos el tiempo analizando lo inanalizable, mientras nos detenemos en ver por que lo que es no debería ser, mientras le hablamos al viento para que se detenga o rote, nuestro barco se dirige hacia cualquier lado menos al puerto de destino, que a esta altura puede ser el que habíamos programado antes de zarpar, o cualquier otro que nos proteja de los peligros a los que el clima nos expone.

¿Saben que es lo único que puede salvar la embarcación?

“La pericia del timonel”.
¿Y quien es el timonel?
Un tipo con fuerza, decisión y pelotas que en medio del tifón dice “Yo soy el que decide adonde va mi nave!!”

En tu barco estás vos solo. Por lo tanto si no agarrás el timón nadie va a hacerlo por vos.
Podés quedarte llorando y suplicando al viento.
Podés quejarte contra el servicio meteorológico.
Podés resignarte a que las fuerzas de la naturaleza se te caguen de risa, llevándote de un lado para el otro como si fueras una cáscara de nuez…

…O podés decir “Con mi nave no se jode. Ningún viento me doblega” y agarrar el timón con fuerza y decisión, aprovechar en tu favor los embates del viento colocando las velas de la manera adecuada y salir de la zona de peligro empapado y cansado, pero vivo y con la frente bien alta.

VAMOO NENEEEE!!!!

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